El deporte como referencia positiva y como mecanismo de ayuda a la hora de ofrecer un espacio nuevo de convivencia y desarrollo para los adolescentes es la filosofía que marcó desde los inicios, en el curso 2005-2006, el Programa de Integración Social mediante el Deporte en la Universidad de Alicante. ¿El objetivo? Apoyar a jóvenes que, por situaciones personales, familiares o sociales complejas, presentan indicadores de riesgo de exclusión social. Ahora, cuatro años después, casos como el de Ismael Lorenzo, Pablo Ramírez o Cristian Segundo ponen en evidencia la buena salud de un programa que ha encontrado en el rugby su máxima expresión.
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Ismael Lorenzo tiene 19 años y hace cuatro años el Programa de Integración Social mediante el Deporte de la UA se cruzó en su camino. Desde entonces, como reconoce, "mi vida ha cambiado totalmente. El Ismael de antes no estudiaba, se juntaba con gente con la que no debía juntarse, pasaba del instituto y tenía problemas en casa. Sin embargo, a través del rugby empecé a cambiar, y hoy he conseguido tener un nuevo círculo de amistades, han mejorado mis relaciones en casa, he retomado mis estudios e incluso he mejorado físicamente". Así, en la actualidad ha conseguido convertirse en deportista de elite de nivel B, juega en la Selección Valenciana de rugby e incluso se matriculó en un curso de entrenador de nivel 1 de esta disciplina deportiva y en el ciclo formativo de grado medio de Técnico en Conducción de Actividades Físico-Deportivas (Tecaf).
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Ismael Lorenzo tiene 19 años y hace cuatro años el Programa de Integración Social mediante el Deporte de la UA se cruzó en su camino. Desde entonces, como reconoce, "mi vida ha cambiado totalmente. El Ismael de antes no estudiaba, se juntaba con gente con la que no debía juntarse, pasaba del instituto y tenía problemas en casa. Sin embargo, a través del rugby empecé a cambiar, y hoy he conseguido tener un nuevo círculo de amistades, han mejorado mis relaciones en casa, he retomado mis estudios e incluso he mejorado físicamente". Así, en la actualidad ha conseguido convertirse en deportista de elite de nivel B, juega en la Selección Valenciana de rugby e incluso se matriculó en un curso de entrenador de nivel 1 de esta disciplina deportiva y en el ciclo formativo de grado medio de Técnico en Conducción de Actividades Físico-Deportivas (Tecaf).
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El caso de Pablo Ramírez, de 18 años, también es muy similar, aunque en su caso no fueron las compañías, sino las circunstancias familiares, las que le llevaron a presentar indicadores de riesgo de exclusión social. También la influencia de Ismael fue decisiva a la hora de acceder al programa. Como relata, "yo siempre había sido el típico chico marginado por todos, al que la gente trataba diferente y que estaba solo, pero mi vida cambió desde que empecé con la Escuela de Rugby". Incluso admite que, "de ser un chico muy tímido, he pasado a tener más coraje, a ser más valiente y a ganar autoconfianza en mí. Además, cuando comencé en el equipo, la gente del instituto empezó a hablarme y a preguntarme por el rugby". Ahora no duda en afirmar que "los compañeros se han convertido en mi propia familia y me han apoyado incluso en los peores momentos, y toda esta situación me ha ayudado a madurar". Pablo se ha decantado por un ciclo formativo de Auxiliar de Enfermería, y comparte el tiempo dedicado a los estudios con el rugby.
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Tampoco el relato de Cristian Segundo difiere mucho de los de Ismael y Pablo. "El Cristian de hoy es una persona más civilizada que ya no intenta hacerse el mayor en todo momento y que hace lo que los demás hacen o le dicen", confiesa. En la actualidad, estudia un ciclo de Electromecánica y en su evolución destaca la influencia que ha tenido el programa, pero también el apoyo de los profesores del IES Canastell de San Vicente del Raspeig, especialmente los de los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI), que son una medida de atención a la diversidad, y en los que pasó de alumno a colaborador de los propios docentes en casos similares a los suyos. Su afán de superación es tal que incluso recientemente recibió junto a otros compañeros en Zaragoza un reconocimiento en el Premio Nacional Don Bosco por un invento denominado "La mona Paca", que es un muñeco de peluche para educar a niños con necesidades especiales, como autistas o discapacitados, ya que tiene letras y números, mando a distancia y reproduce sonidos que pueden reconocer. En su opinión, "la posibilidad de entrar en el equipo de la Universidad de Alicante me ha hecho darme cuenta de valores como el compañerismo y me ha hecho ver que, si los demás pueden estudiar y hacer cosas, yo también".
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Sin embargo, los casos de Ismael Lorenzo, Pablo Ramírez o Cristian Segundo sólo son tres ejemplos de los muchos que vienen a demostrar la buena salud del proyecto. La idea surgió hace unos cuatro años de una conversación muy informal entre los ahora coordinadores del programa, Eugenio Toledo, mediador en conflictos en institutos de Secundaria de San Vicente del Raspeig, y Jorge Carrió, técnico de Deportes en la UA, quienes vieron en el rugby una forma de integrar a jóvenes con riesgo de exclusión social. "Casualmente, el Vicerrectorado de Relaciones Institucionales convocó en aquellos momentos una ayudas dirigidas a programas deportivos, decidimos presentarnos y nos la concedieron", recuerdan. Desde entonces, el proyecto se ha mantenido ininterrumpidamente en el caso de la Escuela de Rugby de la UA, e incluso durante un periodo se amplió a otros deportes como el atletismo y el hockey."
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El primer y único requisito para participar en el proyecto es que los adolescentes, que se caracterizan por presentar indicadores de riesgo de exclusión social por motivos de lo más variado, quieran y se dejen", concreta Eugenio Toledo. Por lo general, la selección de los alumnos coincide con el inicio del curso escolar, en el mes de septiembre, mediante el estudio de las circunstancias personales y su capacidad para adaptarse al nuevo contexto social y deportivo que los acogerá. A partir de ahí, los jóvenes se incorporan a los equipos que ya están formados y entrenando. De hecho, el Club de Rugby de la UA, además de un equipo senior que participa en las competiciones federadas y universitarias, tiene conjuntos en juvenil, cadete e infantil, y precisamente esas categorías inferiores son las que sirven de soporte para el desarrollo del programa. Las sesiones se imparten los lunes, miércoles y viernes, de seis a ocho de la tarde.
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En la actualidad, son once los adolescentes, de entre 12 y 19 años, que participan en el programa, financiado por la CAM y la UA, cifra que se traduce en el 25% de los alumnos de la Escuela de Rugby, con cerca de 40 inscritos. La mayoría de los jóvenes con riesgo de exclusión social son estudiantes de institutos de Secundaria de San Vicente del Raspeig, aunque también hay alguno que está "desescolarizado". Sin embargo, como afirman Eugenio Toledo y Jorge Carrió, "una vez que acceden al equipo, rectifican y retoman sus estudios de nuevo".
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Los dos coordinadores inciden en que uno de los secretos del programa reside en la figura del entrenador, "que debe tener una gran predisposición y convertirse en una referencia para los jóvenes, ya que es quien los acoge desde el primer momento". Por otro lado, apuntan que la selección de un deporte como el rugby no es casual, ya que, como señalan, "fomenta valores como la disciplina, la jerarquía y el compañerismo, puesto que se trata de un deporte de caballeros". En este sentido, uno de los entrenadores, Antonio Núñez Guijarro, más conocido como "Tochin", explica que, "durante este tiempo, hemos conseguido que Eugenio y Jorge se conviertan en la cabeza del proyecto, y coordinen al equipo técnico para que trabajemos con el corazón y consigamos que los chavales se sientan parte del equipo, sean caballeros dentro y fuera del terreno de juego, y trasladen todos esos valores también a su vida cotidiana". Precisamente tanto unos como otro coinciden en que "el programa también ha servido para que los jóvenes formen parte del grupo y hayan pasado de ser compañeros a hermanos". Incluso Eugenio Toledo precisa que "conseguimos que se destruya la identidad de chicos malos con la que llegaban para cambiarla por otra identidad de grupo. Por eso, cuando llegan al equipo, cambian hasta de forma de vestir, utilizan la ropa que los identifica como deportistas y pasan a ser reconocidos como el "jugador de rugby de la Universidad", algo que actúa como símbolo de normalización social para todos ellos".
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El proyecto también se fundamenta en el diálogo. Para ello, coordinadores, entrenadores y la trabajadora social, Laura García, intentan hablar con los chicos y estar al tanto de cualquier problema que puedan tener en su día a día. Además, la trabajadora social es la encargada del seguimiento de los jóvenes y de elaborar la memoria final que evalúa los resultados del curso. De esta manera, observa el comportamiento de los adolescentes durante los entrenamientos. La intención ahora es acercar el proyecto a otros municipios de la provincia para que puedan ponerlo en marcha por ellos mismos. Así, ya han estado en poblaciones como Sant Joan, Mutxamel o Elche, y la próxima semana presentarán el programa en Agost.
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Fotografía: David Rodríguez
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