Reproducción del artículo escrito el pasado 26 de febrero por José Luis García Nieves en http://www.linformatiu.com/
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El domingo 7 de marzo al mediodía el Llevant UD estará un poco más reconciliado con su historia. El acuerdo alcanzado entre el club y Les Abelles Rugby Club para que Orriols acoja el clásico contra La Vila desprende una carga profundamente simbólica. Porque la historia de este deporte en Valencia tiene mucho que ver con nuestros colores.
El primer partido de rugby que se disputó en la ciudad tuvo como escenario el Stadium Valenciano, el campo donde jugaba el Gimnàstic Football Club en el cauce del río Túria, entre los puentes de la Mar y la Trinitat. Fue en 1923, una exhibición entre la Unió Sportiva Samboiana y el Club Natación de Barcelona, a la sazón campeón y subcampeón de España. En honor a la verdad, no fue estrictamente el Gimnàstic FC —ancestro del actual Llevant— quien organizó el partido, sino la empresa que gestionaba el Stadium, epicentro de iniciativas deportivas y lúdicas en la Valencia de los felices años veinte. Pero tampoco hubiera sido extraño.
Aquel club arraigado en el cogollet de la ciudad se convirtió en esa época en una auténtica estructura polideportiva, impulsando modalidades tan dispares como el ciclismo en pista, el atletismo o el boxeo. El primer partido de hockey que se celebró en Valencia, por ejemplo, también se jugó en el Stadium, en marzo de 1924, y esta vez los contendientes sí lucieron la camisa blaugrana.
Tras la guerra civil, el vínculo entre el rugby y el Llevant UD se hace mucho más evidente. Curiosamente, el rugby fue uno de los deportes que más beneficiado salió del nuevo orden franquista. Algunas organizaciones satélite de la Falange como el Sindicato Español Universitario (SEU), y la obra Educación y Descanso de los sindicatos verticales promovieron intensamente este deporte, surgiendo multitud de equipos en todo el territorio valenciano. Vallejo, hogar del Llevant UD salido de la fusión, fue escenario habitual de partidos y torneos de rugby desde los primeros días de 1940. Y el club, como una herencia de aquella frenética actividad polideportiva del Gimnàstic, creó su propia sección de rugby por esos años. Un quince que sobrevivió hasta décadas recientes y que forma parte del imaginario de la afición en esta ciudad.
Desde luego, el encuentro Les Abelles-La Vila del domingo próximo no va a ser el partido del siglo. La Vila tiene muy complicado alcanzar el título y sólo un milagro salvaría del descenso a Les Abelles. Pero ver a esos caballeros luchar sobre el césped de Orriols será una experiencia memorable. El rugby es un deporte con mayúsculas. El esfuerzo, el respeto y la honestidad que destila elevan a categoría el sentido del juego. También es un deporte rudo, pero no más que el fútbol de los primeros días del siglo XX, cuando aquellos mojigatos del sombrero y el bigote llamaban salvajes y poca vergonya a los locos del foot-ball, unos chavales que correteaban en calzones en solares apartados y terminaban amoratados y con brazos en cabestrillo.
No deja de resultar irónico que nuestro fútbol, que se reglamentó en el XIX para alejarse del violento foot-ball que utilizaba las manos —según las normas de la escuela de Rugby—, haya involucionado hasta convertirse en una práctica que premia la pillería y la impostura. El rugby, bien mirado, es un deporte mucho más civilizado. Lo del día 7 es una cita con nuestra historia. La del Llevant UD y la del propio fútbol. Quince abelles vestidas con piel de granota.
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